Son dos historias pasadas, una muy antigua y la otra casi reciente, por tanto más antigua… o por lo menos más pasada. Picoteando información por aquí y por allí para reescribir el texto del Belén en la Wikipedia, cayeron en mis manos dos textos que trataban del mismo tema, pero de forma contradictoria: el relato que hacen al alimón Amades y San Buenaventura de la misa de Greccio, comparado con el pesebre vaticano de esta última Navidad del año 2009 en que, por orden papal, se representó el nacimiento de Jesús en la casa de Nazaret, sin estrella, buey, mula, pastores ni nada, puesto que, como argumenta el Papa Benedicto con intachable (y teutón) rigor histórico: “Jesús nació sin duda en su casa paterna de Nazaret y lo demás es leyenda”.
Vamos, el loco de dios versus el funcionario de lo divino. ¿Quién ganará? No hagan apuestas, sin duda San Francisco, pese a que Benedicto XVI sea más inteligente, más culto y más leído.
Cada vez que escribo sobre pesebres “desenfundo” mis dos armas fundamentales, “el “ Amades y “el” Garrut (el “viejo” Amades, ya que el “nuevo”, mucho más científico y actual, no cabe abierto sobre mi mesa de trabajo) e invariablemente me admiro de la amenidad de Garrut, y del estilo literario de Amades y de su extraordinario catalán, rico, matizado, exacto, ligeramente anticuado y con una encantador retintín algo pedante… me salgo de la historia, perdonad.
La narración de la noche de Greccio nos descubre que quizás San Francisco no sea el inventor del pesebre, pero sí es el creador del pesebre y el teatro modernos. La historia va sobre un personaje principal que no está presente, y su argumento se desarrolla en la tensión entre el lugar vacío que debería ocupar (el pesebre) y lo que cuentan dos personajes secundarios, el buey y la mula, predecesores de Vladimir y Estragón, que esperaban (y que se sepa, siguen esperando) a Godot.
Por tanto tenemos un pesebre sin niño Jesús, pero también sin María y sin José. Nuestros pesebristas y el público actual se marcharía, diciendo que “esta obra es un rollo” (a ellos les va el teatro más clásico y menos innovador, entre Sagarra y Dagoll Dagom), pero los que estaban en Greccio permanecieron, cautivados. Es cierto que yo estoy haciendo trampa, pq en la representación de Greccio, además de los personajes visibles, existía la voz en off de una gran figura de la escena, como San Francisco, que ayudaba a mantener el interés en la (in)acción. Pero el público ENTENDÍA lo que pasaba y lo que se les quería explicar. La noche fría, la oscuridad en medio del campo, la sencillez del pesebre (aquí me gusta la palabra catalana “menjadora” que te hace entender mejor que es el lugar donde comen los animales) hace que el público comparta con el Niño que ha de nacer la penuria de las circunstancias de su nacimento, crea “empatía”. Y la soledad del pesebre, del niño que vendrá sin tener a su lado ni a su padre ni a su madre nos presagia su soledad en la cruz, que nadie puede compartir con él aunque se encuentre a su pie, poco más de treinta y tres años después, cuando grita “eli, eli, lamma sabachtani” padre, por qué me has abandonado. Los que están allí lo saben, no tan sólo porque se les ha explicado docenas de veces, sino porque es el fundamento de su fé y ellos no son más que su fé. Y en la emoción de la noche, de la espera, de los cantos y de la predicación del santo, en la espera que ha de llegar, muchos de ellos ven al Niño y cómo se adormece en el regazo del Santo, quien poco después (en septiembre de 1224) recibió sus Estigmas, como agradecimiento de Cristo por el buen calor que le había proporcionado en esa noche del principio del invierno en los montes romanos.
Y mientras tanto, anteayer, en la Navidad pasada, un Papa culto y bienintencionado, pero hijo de una Iglesia Católica demasiado cercana a los rigores formales de la protestante, decide cargarse dos mil años de tradición y sustituir la leyenda por la Verdad Histórica. Yo le diría al Papa que fuera con cuidad sobre la Verdad Histórica, porque por el camino nos cargaríamos un par de docenas de milagros, haríamos muy sobria alguna boda, volveríamos húmedos los paseos sobre las aguas, la gente se caería del caballo camino de Damasco solamente a consecuencia de los cañonazos de los tanques Merkava y algunas tumbas no se abrirían ni al cabo de tres días, ni de tres mil años.
Resulta paradójico que mientras que Benedicto el Decimosexto loe las virtudes de la misa latina preconciliar, desprecie la tierna poesía, el valor pedagógico y la fuerza evangelizadora de la representación tradicional de la Navidad, en la que tantos valores encontramos y de la que tantas enseñanzas sacamos, no diré “incluso” en nuestro mundo moderno, sino “sobre todo” en nuestra sociedad actual, llena de pobres, de desplazados, de ciudadanos tramitando documentos absurdos y con condiciones imposibles, de matanzas de inocentes y exilio de familias y, sobre todo, del prodigio diario del nacimiento, presagio casi seguro de todo tipo de desgracias para el recién nacido.
Mantengo que, en general, el clero detesta el pesebre, y creo que la escasa relevancia de los belenes en el interior de las Iglesias, así como la mínima interacción (me encantaría escribir aquí feedback, pero me reprimo) entre belenistas y párrocos, obispos, sacerdotes, etc., lo demuestra. Yo creo que se debe a que el belén se ha escapado de las manos de la Iglesia (fundamentalmente porque su historia no constituye dogma y casi toda su narración es, de una manera u otra “apócrifa”) y ahora pertenece a la gente, al pueblo, incluso al pueblo que no es cristiano.
Y aquí volvemos a San Francisco, el apóstol de la pobreza, de la sencillez, de la humildad, con sus frailes “menores” que no quieren llegar a la categoría de las demás órdenes, Cluny, Císter, Dominicos… tan llenos de Arquitectura, de Bibliotecas, de Dogma y de algo de Inquisición, esos Perros del Señor, tan implacables (el lobo de Gubbio de Francisco es vegetariano). San Francisco “picotea” en la Biblia y los Evangelios y encuentra una historia universal, cotidiana y hermosa: el nacimiento de un niño… que además es Dios, pero que eso lo será… ¡mañana! hoy solamente tenemos una madre, un hijo, un padre, un buey y una mula y unos pastores que se acercan a traerles una manta y algo de pan y queso. No es casualidad que desde entonces y hasta ahora franciscanos, clarisas y dominicos amen el pesebre y lo divulguen, al contrario del resto del clero.
Benedicto de Ratzinger no será nunca santo, aunque a mí me parece un excelente Papa, en especial tras el carisma de Wojtila. Pero pidamos al niño Jesús que su cultura y sabiduría no se convierta en un velo de soberbia conceptual que aleje a Jesús de Belén. Volvamos a dictar el Edicto de empadronamiento, llenemos la casas y posadas de Belén hasta que estén llenas a rebosar y que no haya sitio ni para una embarazada, que las estrellas se vuelvan locas y cambien de rumbo y se dirijan al extrarradio de Jerusalén y roguemos para que el 24 de diciembre de 2010 sean las tierras de Judea, y no las de Galilea, las que reciban estremecidas el anuncio de los ángeles: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David.Esto tendréis por señal: Encontrarán un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Pues eso.
Vamos, el loco de dios versus el funcionario de lo divino. ¿Quién ganará? No hagan apuestas, sin duda San Francisco, pese a que Benedicto XVI sea más inteligente, más culto y más leído.
Cada vez que escribo sobre pesebres “desenfundo” mis dos armas fundamentales, “el “ Amades y “el” Garrut (el “viejo” Amades, ya que el “nuevo”, mucho más científico y actual, no cabe abierto sobre mi mesa de trabajo) e invariablemente me admiro de la amenidad de Garrut, y del estilo literario de Amades y de su extraordinario catalán, rico, matizado, exacto, ligeramente anticuado y con una encantador retintín algo pedante… me salgo de la historia, perdonad.
La narración de la noche de Greccio nos descubre que quizás San Francisco no sea el inventor del pesebre, pero sí es el creador del pesebre y el teatro modernos. La historia va sobre un personaje principal que no está presente, y su argumento se desarrolla en la tensión entre el lugar vacío que debería ocupar (el pesebre) y lo que cuentan dos personajes secundarios, el buey y la mula, predecesores de Vladimir y Estragón, que esperaban (y que se sepa, siguen esperando) a Godot.
Por tanto tenemos un pesebre sin niño Jesús, pero también sin María y sin José. Nuestros pesebristas y el público actual se marcharía, diciendo que “esta obra es un rollo” (a ellos les va el teatro más clásico y menos innovador, entre Sagarra y Dagoll Dagom), pero los que estaban en Greccio permanecieron, cautivados. Es cierto que yo estoy haciendo trampa, pq en la representación de Greccio, además de los personajes visibles, existía la voz en off de una gran figura de la escena, como San Francisco, que ayudaba a mantener el interés en la (in)acción. Pero el público ENTENDÍA lo que pasaba y lo que se les quería explicar. La noche fría, la oscuridad en medio del campo, la sencillez del pesebre (aquí me gusta la palabra catalana “menjadora” que te hace entender mejor que es el lugar donde comen los animales) hace que el público comparta con el Niño que ha de nacer la penuria de las circunstancias de su nacimento, crea “empatía”. Y la soledad del pesebre, del niño que vendrá sin tener a su lado ni a su padre ni a su madre nos presagia su soledad en la cruz, que nadie puede compartir con él aunque se encuentre a su pie, poco más de treinta y tres años después, cuando grita “eli, eli, lamma sabachtani” padre, por qué me has abandonado. Los que están allí lo saben, no tan sólo porque se les ha explicado docenas de veces, sino porque es el fundamento de su fé y ellos no son más que su fé. Y en la emoción de la noche, de la espera, de los cantos y de la predicación del santo, en la espera que ha de llegar, muchos de ellos ven al Niño y cómo se adormece en el regazo del Santo, quien poco después (en septiembre de 1224) recibió sus Estigmas, como agradecimiento de Cristo por el buen calor que le había proporcionado en esa noche del principio del invierno en los montes romanos.
Y mientras tanto, anteayer, en la Navidad pasada, un Papa culto y bienintencionado, pero hijo de una Iglesia Católica demasiado cercana a los rigores formales de la protestante, decide cargarse dos mil años de tradición y sustituir la leyenda por la Verdad Histórica. Yo le diría al Papa que fuera con cuidad sobre la Verdad Histórica, porque por el camino nos cargaríamos un par de docenas de milagros, haríamos muy sobria alguna boda, volveríamos húmedos los paseos sobre las aguas, la gente se caería del caballo camino de Damasco solamente a consecuencia de los cañonazos de los tanques Merkava y algunas tumbas no se abrirían ni al cabo de tres días, ni de tres mil años.
Resulta paradójico que mientras que Benedicto el Decimosexto loe las virtudes de la misa latina preconciliar, desprecie la tierna poesía, el valor pedagógico y la fuerza evangelizadora de la representación tradicional de la Navidad, en la que tantos valores encontramos y de la que tantas enseñanzas sacamos, no diré “incluso” en nuestro mundo moderno, sino “sobre todo” en nuestra sociedad actual, llena de pobres, de desplazados, de ciudadanos tramitando documentos absurdos y con condiciones imposibles, de matanzas de inocentes y exilio de familias y, sobre todo, del prodigio diario del nacimiento, presagio casi seguro de todo tipo de desgracias para el recién nacido.
Mantengo que, en general, el clero detesta el pesebre, y creo que la escasa relevancia de los belenes en el interior de las Iglesias, así como la mínima interacción (me encantaría escribir aquí feedback, pero me reprimo) entre belenistas y párrocos, obispos, sacerdotes, etc., lo demuestra. Yo creo que se debe a que el belén se ha escapado de las manos de la Iglesia (fundamentalmente porque su historia no constituye dogma y casi toda su narración es, de una manera u otra “apócrifa”) y ahora pertenece a la gente, al pueblo, incluso al pueblo que no es cristiano.
Y aquí volvemos a San Francisco, el apóstol de la pobreza, de la sencillez, de la humildad, con sus frailes “menores” que no quieren llegar a la categoría de las demás órdenes, Cluny, Císter, Dominicos… tan llenos de Arquitectura, de Bibliotecas, de Dogma y de algo de Inquisición, esos Perros del Señor, tan implacables (el lobo de Gubbio de Francisco es vegetariano). San Francisco “picotea” en la Biblia y los Evangelios y encuentra una historia universal, cotidiana y hermosa: el nacimiento de un niño… que además es Dios, pero que eso lo será… ¡mañana! hoy solamente tenemos una madre, un hijo, un padre, un buey y una mula y unos pastores que se acercan a traerles una manta y algo de pan y queso. No es casualidad que desde entonces y hasta ahora franciscanos, clarisas y dominicos amen el pesebre y lo divulguen, al contrario del resto del clero.
Benedicto de Ratzinger no será nunca santo, aunque a mí me parece un excelente Papa, en especial tras el carisma de Wojtila. Pero pidamos al niño Jesús que su cultura y sabiduría no se convierta en un velo de soberbia conceptual que aleje a Jesús de Belén. Volvamos a dictar el Edicto de empadronamiento, llenemos la casas y posadas de Belén hasta que estén llenas a rebosar y que no haya sitio ni para una embarazada, que las estrellas se vuelvan locas y cambien de rumbo y se dirijan al extrarradio de Jerusalén y roguemos para que el 24 de diciembre de 2010 sean las tierras de Judea, y no las de Galilea, las que reciban estremecidas el anuncio de los ángeles: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David.Esto tendréis por señal: Encontrarán un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Pues eso.
2 comentaris:
Hernan, creo que antes de decir los disparates que apuntas en el artículo sobre el supuesto belén "ordenado " por B XVI argumentando sofre informaciones de prensa, deberías acudir a las fuentes e informarte directamente en vatican.va En otro momento y con documentación te discutiré tus posiciones. No es bueno concebir una idea predeterminada y después justificarla. Lo honrrado es informarse y luego sacar las conclusiones, no al revés: quiero decir esto y lo voy a vestir. Un abrazo.
Pedro Javier Martínez
El diálogo sobre este log se ha pasado al Foro de Belenismo, en
http://foro.belenismo.net/forums/thread-view.asp?tid=15263&posts=20#M214849
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