No sé si los seguidores de este blog siguen también las peripecias del Foro
de Belenismo. Con mi inimitable habilidad para pisar todos los charcos (y quedarme empapado), me he
lanzado de cabeza a criticar la exposición del Congreso de Valencia, que fue un
"mayopolio" absurdo, con casi la totalidad de las presentaciones de
belenes (en diorama, abiertos, en cuadro) ABARROTADAS de figuras de Mayo,
lo que desmerecía y devaluaba totalmente la exposición y pienso que si hubiera
existido un coordinador (¿se dice "comisario" para las exposiciones?)
podría haberse evitado, aunque fuera en parte.
http://foro.belenismo.net/forums/thread-view.asp?tid=23506&posts=22#M367836
Me preguntaréis ¿para qué te metes, Hernán, en el tema de los Congresos, si
ya sabes perfectamente que están fuera de tu ámbito y pertenecen al insondable
e inefable mundo del "belenismo de acreditación", al que nunca
pertenecerás?. Y os contesto, porque ponen "belenístico" y eso hace
que me interese y que me desplace cada año un porrón de km y me lleve unos
disgustos que no veas.
Pero lo que en realidad me disgusta es que las interpelaciones "ad
hominem" y la imposibilidad fáctica de hacer una crítica belenística
serena (y digo "crítica" en el sentido de análisis y no de "criticar")
nos impide profundizar en el fondo del asunto, que es determinar cuál es el
papel y la importancia de las figuras dentro del pesebre, si son más
importantes que las construcciones, si lo son menos o si unas son tanto como
las otras. Yo creo que los belenistas, las asociaciones, el foro y las revistas
tipo "Taller de Belén", gentes todas ellas de acción, se decantan por
las construcciones y sus problemas técnicos. En esa anécdota que yo siempre
explico, Ignasi Carbonell me dijo un día: "La APB es una asociación de
dioramistas, no de belenistas" Y tiene toda la razón del mundo.
Un debate sobre esta cuestión sí que habría sido una ponencia entretenida en
el Simposium de Sitges, en vez del camino que lleva a Belén, porrompompom...
Claro, yo soy básicamente coleccionista de figuras y no soy imparcial.
Supongo que la respuesta "políticamente correcta" sería decir que
ambas partes son igual de importantes, pero no lo creo. Yo creo que las figuras
son infinitamente más importantes que el entorno. Hay muchas razones, la
primera de las cuales es que el belén representa una historia protagonizada por
PERSONAS y no por paisajes, y que un belén se hace con figuras y un poco de
musgo, serrín, o lo que quieras, lo único que no puede faltar son las figuras. Luego vendría la permanencia sobre lo
transitorio (las figuras se quedan, los belenes se desmontan, aunque dejo para
mejor ocasión la moda actual de "Diorams Are Forever" que me resulta
fastidioso), el valor artístico y material, etc...
Pero en realidad, me quedo con la importancia de las figuras para la
permanencia futura del arte pesebrístico y como vehículo de los nuevos
lenguajes. Todo ello ya lo he apuntado antes y solamente he de rehacer un poco
el argumento: yo creo que el pesebre es una NARRACIÓN plástica, y el teatro nos
demuestra que lo importante en la narración, en la representación, son los
actores. Como he dicho antes, coges los actores (es decir, las figuras), las
colocas en cualquier escenario (suntuoso, con decorados, minimalista, povero) y
ya pueden empezar a explicarte algo. Lo importante es la narración, el sentido
de la narración quedará afectado y matizado por lo que la acompaña, pero lo
fundamental son los actores. Las figuras.
Eso lo pasamos a los nuevos lenguajes. En mi interpretación del término, los
"nuevos lenguajes" no solamente son una nueva forma de presentar el
pesebre, sino inventar formas de expresión que se adapten a la vida
moderna.
Realmente es casi imposible que en las casas modernas se pueda montar un
gran belén o diorama, expropiando una parte importante de una habitación y
llenándola de yeso, tableros, musgo, porex, etc. Quizás el desempleo ayude a
los aficionados a tener un tiempo que antes no tenían, pero difícilmente podrán
hacer grandes desembolsos en comprar materiales para el belén, y difícilmente
podrá comprometerse a los niños, acostumbrados a resultados inmediatos, a
planificar y montar un belén.
Los pesebres familares actuales exigen el uso de elementos adquiridos en el comercio y/o prefabricados.
Vamos, por definición, las figuras de belén son eso. Pero además, los nuevos
lenguajes conllevan siempre (o casi siempre) una simplificación estilística que
prima la narración (o el mensaje, si se quiere decir de otra manera) sobre el
paisaje. Es decir, que se da más importancia a los protagonistas de la acción
que a los accesorios.
Con eso las figuras quedan primadas sobre el paisaje, pero a su vez, exige
un nuevo tipo de figuras. Es difícil entender los nuevos lenguajes con las
figuras comerciales de molde de siempre. Al centrarse el belén sobre los
actores, éstos han de ajustarse mucho mejor al mensaje. El belén ya no ha de
ceñirse a la definición de Amades (tridimensional, panorámico, con figuras
móviles, desmontable al final de su función) sino que puede moverse en muchos
otros ámbitos (esperemos que hasta la "realidad virtual") y las
figuras ya no han de ser como siempre. Las figuras comerciales pierden papel
frente a las figuras creadas por el belenista, que las ha podido modelar,
recortar, fotografiar, pintar... o alterar las figuras comerciales disponibles.
Claro que pueden adquirirse figuras hechas "ad hoc" por los artistas
(cuestión de presupuesto) pero siempre primando la originalidad y la
especifidad de la figura para la función que está pensada. La gran ventaja de
que el belenista invierta más tiempo en crear figuras que en crear
construcciones es que el modelado de figuras ocupa mucho menos espacio y sus
resultados son más inmediatos (lo que es ideal para atraer a los niños).
Por otra parte, las figuras comerciales "low cost" de plástico u
otros materiales permiten la creación de belenes interactivos, en que los
espectadores sitúen las figuras a su gusto, y en especial, la actuación sin restricciones
de los niños (protagonistas a mi entender de la Navidad y del belén).
La visión “dioramista” (primar el paisaje por encima de la narración)
convierte al constructor como el protagonista del belén y deja su mensaje en
segundo plano. La construcción del belén se complica, se dificulta y se llena
de desafíos técnicos (siempre el más difícil todavía) para evidenciar la
calidad del constructor. Se convierte, por tanto, en un arte elitista y
exclusivo, al alcance de pocos, y convierte a los que no son iniciados en mero
espectadores, sin poder participar de la experiencia, ni cuando contemplan el
belén, ni en su casa, ya que nunca podrán hacer trabajos de esa calidad. Las
Asociaciones se elitizan e imponen ese punto de vista. El belén deja de ser un
arte casero, familiar, en el que las familias desenvuelven amorosamente las
figuras “de siempre” para colocarlas encima del aparador del comedor, para ser
un galimatías de puntos de fuga, perspectivas y cortadoras de hilo de nycron. Yo,
en particular, prefiero volver a lo básico.
(Todo esto que he explicado, un poco más desarrollado, con una presentación powerpoint y un pequeño debate posterior da para una ponencia pesebrista actual, interesante y polémica, de un par de horitas. No es tan difícil hacer algo de "teoría pesebrística", que lo sepan los Congresos y los Simposiums)